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martes, 25 de noviembre de 2008

Trabajo Infantil: Riesgos y Explotación



La explotación sexual infantil

24 de noviembre de 2008

Concebir que la agenda de seguridad pública debe centrarse sólo en el combate al narcotráfico es un error grave que impide asumir en su dimensión otros crímenes que se cometen al amparo de la invisibilidad pública y el absoluto anonimato a sus perpetradores.

Debe reconocerse que, en los últimos años, los crímenes cometidos contra niñas y niños han sido tratados de manera insuficiente por la opinión pública y los medios de comunicación; más aún considerando que son ellos los más vulnerables ante la crueldad y la perversión de quienes hacen de la explotación sexual, no sólo un descarnado entretenimiento, sino sobre todo uno de los más crueles negocios.

En esta semana, a partir del día 25 y hasta el 28, se llevará a cabo en Brasil el Tercer Congreso Mundial contra la Explotación Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes; en torno a este Congreso, Nils Kastberg, director regional del UNICEF para América Latina, estimó que cada día 228 menores de 18 años son explotados sexualmente en la región, con la característica de que, de éstos, más de 80% son niñas.

Asimismo, Victoria Cruz López, coordinadora del Proyecto Regional contra la Trata y la Explotación de Personas de la Organización Internacional del Trabajo, en la región, hizo un llamado para que todos los integrantes de la sociedad podamos impulsar una revolución cultural y educativa para impedir que siga creciendo la inaceptable realidad de que mueran más de 80 mil menores de 18 años cada año, como víctimas de la violencia doméstica, y que haya más de dos millones de casos de abusos sexuales contra niñas y niños en América Latina.

De acuerdo con la Hoja de Datos presentada por el UNICEF como preámbulo al Congreso de Brasil, el abuso sexual contra niños es la forma de violencia menos denunciada y en ocho de cada diez casos el agresor es el padre, el esposo o pareja de la madre de la niña o niño abusados, o bien parientes cercanos.

La violencia contra los niños es en todos los casos un acto aberrante y por lo tanto no sólo inaceptable, sino condenable. Sin embargo, es difícil sancionarlo cuando las estructuras jurídicas e institucionales no han sido reformadas plenamente para clasificar de manera adecuada en todos los códigos penales los delitos que atentan en contra de los niños y, en particular, de las niñas.

Basta revisar la Clasificación Mexicana de Delitos contra las Mujeres, 2008, en donde se destaca que a julio de ese año, sólo 20 entidades tipificaban el delito del “rapto equiparado” y en sólo tres de éstas este delito se seguía por oficio. Asimismo, el del abuso sexual, principalmente cometido en contra de las niñas, no está tipificado en todos los códigos penales de los estados y, en los casos de incesto, paradójicamente, las penas son menores cuando es cometido por uno de los ascendentes contra los descendentes y se contravienen con ello no sólo todos los tratados internacionales en la materia, sino también la realidad que arrojan las cifras al respecto.

Aun cuando el delito de la violación está tipificado en todas las entidades federativas, en sólo 20 existe la figura de la violación entre cónyuges, figura de suma importancia porque se combina con una serie de situaciones de violencia y abusos en las entidades en las que la edad mínima para contraer matrimonio en el caso de las mujeres continúa siendo de 14 años.

El citado análisis de la clasificación mexicana de delitos estipula que aún hay entidades en las que el bien tutelado en los casos de abuso sexual continúa siendo “el pudor” o bien es considerado similar a la práctica de “actos deshonestos”, “prácticas libidinosas” y una serie de términos de una imprecisión jurídica mayor, que permiten la persistencia de la impunidad y la no protección del libre desarrollo de la personalidad de niñas, niños y adolescentes.

En los casos en los que la explotación sexual de niñas y niños está relacionado con la trata de seres humanos, destaca que en nuestro país sigue sin emitirse el reglamento de la ley en la materia, lo que impide en términos prácticos una adecuada aplicación y operación de la norma: no se ha instalado la Comisión Intersecretarial, no hay un Programa Nacional en la materia y tampoco hay presupuestos ni recursos suficientes para combatir este flagelo.

Es lamentable aceptarlo, pero nuestro país continúa siendo un lugar inapropiado para los niños, comenzando por la enorme desatención que sobre ésta y otras agendas han mostrado en los últimos años tanto el gobierno federal como la mayoría de los estatales.

Es momento de transformar esta realidad si de verdad queremos construir una sociedad en la que todas las niñas, niños y adolescentes tengan como perspectiva de futuro una mejor calidad de vida que la que nosotros hemos tenido. No asumirlo así constituye un despropósito cuyos saldos, de no revertirse, serán muy altos en los años por venir.

martes, 18 de noviembre de 2008

Combate a la pobreza: esfuerzo sin coordinación

Las historias que somos

17 de noviembre de 2008
En su columna de ayer, Juan María Alponte narra pasajes relevantes de la vida de Gerardo Murillo, extraordinario paisajista mexicano que a la postre ha sido conocido y reconocido como el Dr. Atl.

Gerardo Murillo fue actor y artífice de su tiempo. En ese hacer y actuar histórico se encontró y confrontó con personajes de relevancia singular para nuestra historia. Al concluir su artículo, Alponte escribe: “El papel de Atl entre Carranza, Zapata y Obregón es una etapa dramática de un tiempo histórico que ignora, abomina y exalta, condena y destruye. No se dice, ¿por qué?”

Como ésta, muchas otras historias no se han contado; no se han explicado y no se han dimensionado en su lugar preciso y en su relevancia en la formación de esto que hoy somos, y de lo que, en medio de un dramatismo mayúsculo, es nuestro México.

En las décadas recientes de esfuerzos continuados por lograr una verdadera transformación democrática de nuestras instituciones, el análisis histórico ha tomado un cariz especial que va desde las rigurosas investigaciones hasta los escritos que buscan, mediante el argumento de la “desacralización de la historia y sus personajes”, más la fama pasajera de sus autores que una mirada comprensiva del hoy y del futuro posible, a través del espejo del pasado.

Se dice que debemos ver a los héroes en su justa dimensión; se argumenta que “también fueron seres humanos” y que hay que percibirlos así, como simples mortales de los cuales hay que, incluso, reírse. Nada más alejado, a mi juicio, de un ejercicio interpretativo complejo de la historia y de sus actores.

Cuando Homero narra la vida de Héctor, “matador de hombres”, pero también “domador y educador de caballos”, lo que nos dice es precisamente que este Héctor, humano, quizá demasiado humano, contaba con virtudes que lo convirtieron en un hombre ejemplar; es eso lo que lo volvió un héroe: su capacidad de llegar a ser el hombre que fue. No hay una exaltación divina, aunque sí trágica de Héctor.

Nada mejor para comprender la relevancia de dimensionar la historia y a sus constructores, que la advertencia de Tucídides en su introducción a La Guerra del Peloponeso: “Mi historia ha sido compuesta para que sea patrimonio de todos los tiempos, y no la muestra de una hora efímera”.

La “composición de la historia”, como la define Tucídides, tiene también una función pedagógica y asumir que se trata de la “construcción de un patrimonio” no es un asunto menor. Se trata de valorar y de darle significado a aquello que nos puede cohesionar y llevarnos a una construcción social basada en los mejores valores y virtudes humanas. Se trata no de “des-sacralizar” a los héroes, sino de mostrarlos en sus mejores valores y decisiones, a fin de que todos podamos aprender de ellos.

No es lo mismo vivir la historia a través de la ironía —Ibargüengoitia y Luis Guzmán son claros ejemplos sobre cómo hacerlo— que tratar de caricaturizar y minimizar los logros de las personalidades que le dieron rumbo y unidad al sentimiento unificador de nuestro país.
Estamos justo a dos años de celebrar el Centenario de la Revolución Mexicana; también a poco más de un año del Bicentenario de nuestra Independencia. Ante ello, hay un ambiente lúgubre frente al cual más valdría recuperar nuestras capacidades para continuar ejerciendo nuestra capacidad de ser festivos, aún en medio de la tragedia.

Se trata de entender, como Tucídides, que la historia es una cuestión patrimonial. Y que en la absurda disputa por la posesión e identificación de los héroes y los momentos, estamos perdiendo una oportunidad sin parangón para rescatar lo mejor que tenemos como país, a través de las historias que ya han sido contadas y que requieren revalorarse, quizá redimensionarse, y escribir y recuperar aquellas que han dormido al modo en que lo han hecho muchos saberes sometidos a lo largo de los años.

México no se escribió de manera definitiva en el año 2000, como muchos hoy quieren o pretenden mostrar. “Componer la historia” no significa “arreglarla a modo”. Se trata de un ejercicio que debe buscar construir un patrimonio de todos para transitar a un mejor presente e imaginar y alentarnos a construir también un mejor futuro.

Hay historias que no se cuentan; otras que no quieren contarse; otras más que se resisten a ser contadas; me sumo a la pregunta de Alponte, ¿por qué?

martes, 11 de noviembre de 2008

Diabetes: crece la epidemia en el país


La oficialización del miedo

En una extraña campaña mediática, Televisa ha puesto en marcha una estrategia para llamar a la población a “no tener miedo” ante la crisis. A través de esta campaña, se hace oficial públicamente que nos hallamos en medio de una crisis, palabra que hasta hace unos meses estaba prácticamente vetada y ausente de los discursos oficiales.

La Real Academia Española define al miedo como una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño, real o imaginario. En cualquiera de los casos, la definición de la RAE nos lleva a pensar necesariamente que el miedo es racional; el miedo alerta, advierte y, sobre todo, predispone al organismo a reaccionar.

El miedo, explican importantes antropólogos, ha sido un factor clave en la evolución y la supervivencia de la especie humana. Los mecanismos tanto fisiológicos como sicológicos que desencadena han permitido que los seres humanos reaccionen de manera anticipada a un hecho o un fenómeno peligroso y, en esa medida, ha generado la capacidad de anticipación y prevención.

Desde el punto de vista sicológico y fisiológico el miedo es adaptativo: predispone a la sique a la acción, la prepara para concentrarse en un solo punto, que es la fuente del peligro, y fisiológicamente incrementa el ritmo cardiaco y el flujo sanguíneo, con el fin de desarrollar mayor fuerza de reacción, lo que hace que todos los recursos energéticos del cuerpo se concentran y con ello nos preparamos con miras a escapar o a enfrentar la situación de riesgo.

Todas estas consideraciones sobre el miedo son relevantes porque la campaña de Televisa resulta a todas luces inapropiada, por decir lo menos, desde el punto de vista del análisis del discurso. Sin duda alguna la población se enfrenta a graves peligros cuyos resultados conocemos bien desde hace menos de 15 años: en 1995 cerraron más de 30 mil negocios; casi dos millones de personas perdieron su empleo; miles de familias, su patrimonio y, en general, en sólo tres meses, la pobreza se situó en porcentajes por arriba de 60% de la población nacional.

¿Cómo no tener miedo si hace menos de 15 años la crisis dejó en la calle a miles de personas? ¿Cómo no tener miedo si hace menos de 15 años una crisis económica retrasó nuestro desarrollo a tal grado que apenas hoy estamos en niveles de pobreza similares a los de 1993?

Por si fuera poco, la numeralia roja es escalofriante: más de seis mil muertos en las calles de México en los últimos dos años como producto de los enfrentamientos del crimen organizado; más de cuatro mil muertos anuales en accidentes de tránsito; numerosos secuestros y otros delitos impunes y un largo etcétera.

Frente a la campaña política y mediática que se generó a lo largo de la “carrera presidencial” en Estados Unidos, hay numerosos ejemplos de cómo llamar a la unidad, la cohesión y la lucha por objetivos comunes. Por esto resulta lamentable que sigamos desperdiciando valiosos recursos en campañas cuyo diseño es al menos cuestionable, cuyos mensajes son confusos y cuyos contenidos están dirigidos a quienes no tiene sentido hacerlo.

El miedo no lo ha generado la población “de a pie”; sí lo han hecho los especuladores globales y nacionales, los cuales no han tenido empacho en generar incluso ataques contra nuestra moneda a fin de lograr beneficios extra en medio del caos económico global y local. Hay consenso al respecto: lo que nos tiene en la crisis es la codicia de los ricos y no la falta de compromiso con el trabajo y las actividades cotidianas de los menos favorecidos.

Lo que nos llevó a esta crisis es la falta de honestidad de los principales dirigentes financieros y los tomadores de decisiones económicas en los más altos niveles, no las personas que, como dice el comercial de Televisa, “no han hecho más que trabajar toda su vida”, aunque con magros resultados, si se considera aun lo limitado de las cifras oficiales de que disponemos para aproximarnos a la desigualdad y la pobreza.

En numerosas empresas se siente el rumor en los pasillos del futuro “recorte de personal”; de la “congelación de contrataciones”; de paros escalonados que reducirán las horas laborales disponibles para los trabajadores; frente a ello, ¿cómo no sentir miedo sin un Estado de bienestar que pueda reducir los efectos de la crisis?

Lo loable aquí es que nuestra población siga con un ánimo todavía relativamente festivo y no haya caído aún en pánico, como sí lo han hecho los dueños de casi todo en nuestro país.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Connacionales en EU: el peso electoral de una minoría


Bienvenida la Política

3 de noviembre de 2008

Este 2008 es uno de los años más complejos que hayamos vivido en los últimos tiempos. Esto es así no sólo por la brutal guerra que se vive en las calles como producto del combate al crimen organizado, en particular el narcotráfico, sino por la emergencia económica mundial que se agudizó e hizo crisis en septiembre y cuyos efectos para la “economía real” apenas comenzarán a percibirse en países como el nuestro.

Adicionalmente, se desarrolló a lo largo del año un conjunto de discusiones públicas en distintos temas, que por una parte propiciaron un ambiente de tensión entre distintos grupos políticos, pero que, por la otra, abrieron ventanas de oportunidad y propiciaron la innovación en los procedimientos y mecanismos para el diálogo y la concertación política.

No hay duda de que, efectivamente, si algo nos ha hecho falta en esta década, es la capacidad para generar acuerdos sustantivos tendientes a impulsar reformas que le den al país mayor viabilidad económica y social y que, en consecuencia, nos lleven al planteamiento de nuevas rutas de acción para resolver los problemas más profundos que nos aquejan como país.

Es una buena señal que, a unos meses de que se desarrolle el proceso electoral para elegir a una nueva Cámara de Diputados, así como la renovación de gobernadores en seis entidades, se hayan logrado construir nuevos puentes de comunicación y diálogo civilizado entre importantes actores políticos. Es asimismo, una buena señal, que sobre las diferencias se esté logrando en algunos espacios privilegiar el entendimiento y el encuentro de coincidencias.

Es obvio y además deseable que en democracia puedan surgir y expresarse las más disímbolas visiones y posiciones; sin embargo, igualmente importante es que una democracia cuente con las instituciones y los mecanismos procedimentales para lograr dar cauce y vías de encuentro y solución a las divergencias existentes.

Ante la reforma del sector petrolero en México, debe destacarse que se crearon mecanismos novedosos para el diálogo y, más allá de las críticas y las diferencias que existen en la materia, por primera vez en mucho tiempo pudimos escuchar y ver a expertos, académicos, legisladores, funcionarios y ex funcionarios, opinando y divergiendo sobre los contenidos de las iniciativas en el Congreso.

A mi juicio, esta es una importante lección aprendida en nuestra democracia: nunca más debemos permitir la existencia de diálogos y debates cerrados y exclusivos para los grupos políticos que tienen el privilegio, pero también la responsabilidad de tomar las decisiones fundamentales en el país.

Una democracia abierta no puede sobrevivir con base en acuerdos de cúpulas. Por ello los ciudadanos debemos exigir que, en todas las decisiones que están por venir y que deberán tomarse si se quiere transformar para bien a nuestro país, se garantice un procedimiento similar al utilizado con el fin de discutir la reforma petrolera, en el que la mayor cantidad de visiones posible sea incluida en el debate y en el diálogo.

Para nuestra democracia es fundamental que los grupos parlamentarios y el gobierno fijen públicamente sus posiciones, a fin de que las y los ciudadanos sepamos cuáles son las de interés y de representación política que están en juego en los debates de alcance nacional.

Debe dejarse en claro, en ese sentido, que en democracia todos los intereses que se circunscriben en el marco de la ley son legítimos y tienen derecho a ser expresados y defendidos por las vías institucionales; lo que no resulta legítimo es la construcción de acuerdos a espaldas de la ley, a espaldas de la ciudadanía y con base en la clandestinidad de las posiciones y los argumentos.

2008 finca un buen principio para darle la bienvenida a la política. Ojalá que se profundice esta actitud negociadora y se comprenda que no hay nada peor para nuestra democracia que cancelar la oportunidad y los espacios destinados al entendimiento, ya que una sociedad igualitaria sólo podrá consolidarse en la medida en que las y los ciudadanos podamos participar de las decisiones y de los argumentos que dan sustento a las decisiones políticas. Es momento de potenciar estas nuevas capacidades y procedimientos de discusión pública y exigir que se avance en el debate de los temas fundamentales que tenemos pendientes de resolución: el crecimiento económico y la generación de empleos, por un lado, y la erradicación de la desigualdad y la pobreza por el otro. Esos son los debates que están por venir y debemos exigir a la brevedad.