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lunes, 3 de noviembre de 2014

Pensar al Estado

Excélsior, 3 de noviembre de 2014


¿Cuáles son los alcances que tiene el decir que en México hay una severa debilidad institucional en algunas franjas y tramos del gobierno, en sus distintos órdenes y niveles? ¿Qué significa el hecho de que haya territorios en los cuales el Estado no tiene el control de la seguridad ni el monopolio exclusivo y legítimo del ejercicio de la violencia? Más elemental aún: ¿qué entendemos por el Estado contemporáneo y, con ello, cuáles son sus alcances y responsabilidades ineludibles?

En medio de la urgencia nacional que vivimos, el nivel de los frentes abiertos y la profundidad de las heridas sociales y personales que se han generado, lo que se impone es la necesidad de la mesura en la reflexión y, simultáneamente, de la premura de la acción.

Estamos muy lejos de los problemas que enfrentó la nación en el siglo XX; y ahora, la simultaneidad de las múltiples crisis que nos amenazan, exigen de una renovada inteligencia de quienes son las y los responsables del diseño y operación del gobierno en todas las aristas imaginables.

Lo que no puede ocurrir es, entonces, quedar atrapados en la lógica de la solución y superación de las coyunturas; y desde esta perspectiva se abre la exigencia de convocar a una reflexión colectiva, sustentada en todo momento en una clave democrática, pero más aún, animada por una generosidad política que no ha sido vista en las últimas décadas.

En estos momentos, lo que más se necesita es comprender la magnitud de lo que Miguel García-Baró ha denominado como la “experiencia social del dolor”; idea en la que el del dolor tiene, sin duda alguna, la acepción de ser una experiencia siempre injustificable.

Estamos atrapados, retomando al mismo autor, entre la perspectiva de las personas que experimentan la furia de la destrucción, y la de quienes se ven perdidos a la mitad de un relativo éxito.

Por ello, el pensamiento crítico está obligado a poner en tensión la forma en cómo estamos pensando y procesando la realidad. Y lo que no se ha visto, al menos todavía no en los discursos públicos, es una interpretación distinta frente al carácter inédito de los problemas que con mayor dureza nos han lastimado como sociedad.

Por ello es exigible que desde el poder se tenga la capacidad de incorporar en su racionalidad categorías propias de tradiciones de pensar que nos convocan a asumir que la solidaridad, la paz y hasta la bondad, son rutas exigibles a quienes han hecho de la vocación pública un ejercicio profesional.

Phrónesis es una categoría utilizada por varios griegos antiguos —entre ellos Aristóteles— para referirse ya bien a la virtud del pensamiento moral o, en un sentido relativamente similar, a la práctica deliberada y virtuosa de la prudencia como guía y ruta privilegiada del actuar, en la vida, pero también en el dominio de lo público.

Tantos muertos, tanta pobreza, tanta desigualdad, tanta violencia, tanta desesperación, enojo y frustración social exigen precisamente eso: prudencia, mesura, reflexión profunda sobre qué y cómo llevarlo a cabo; porque sólo desde un ejercicio de pensamiento renovadamente humano, lograremos generar explicaciones comprensivas que nos ayuden a salir al paso ante los ingentes problemas que nos aquejan, pero que sobre todo nos sitúen en una ruta de paz y bienestar como destinos posibles y permanentes en el futuro.

*Investigador del PUED-UNAM
Twitter: @ML_fuentes